Esquina1
jueves, 09 de diciembre de 2004 a las 03:23
El fin de la luna de miel

Este va a ser un post un poco deprimente, aviso. Y un poco intimista, aviso. Espero que no sea muy ñoño, pero es posible que también peque de eso. Aviso. Será que son las tres de la mañana, que hoy he visto la tristísima película de Wong Kar Wai (no os la perdáis), que suenan Magnetics Fields y que acabo de tener una de esas conversaciones que al fin obligan a verbalizar esas corrientes subterráneas que no alcanzan la materialidad hasta que no se explican con palabras. De repente, es como despertarse y darse cuenta de que estás rodeada de gente profundamente infeliz. Quizá yo misma forme parte de ese ejército de farsantes que se conforman con seguir en la rueda, corriendo en una carrera infinita, sin pararse a pensar no vaya a ser que descubran que lo suyo es la pértiga en vez de la maratón. Tiene que ver también con ese momento en que rondas los treinta años, cuando piensas: ¿y esto era todo? Pero, bueno, esa es otra historia y hasta ya hay libros sobre ella. Todo está en los libros.

La cuestión es que hace un par de años conocí a algunas personas y supe que serían para siempre (esos "para siempres" que pueden significar sólo algunos años, lo sé, pero que no dejan de parecer infinitos) importantes para mí. Y como el sentimiento era recíproco vivimos intensamente una luna de miel perfecta. Yo siempre me aferro a esas coyunturas y me las arreglo para que permanezcan estáticas, inmóviles en el tiempo al máximo posible. Soy experta en hacer que las cosas no evolucionen, que se queden en ese punto en que son satisfactorias, perfectas, para mí. Pero, claro, las personas cambian, los sentimientos cambian, y todo se desvanece tarde o temprano. Un buen día te descubres no cogiendo una llamada o no siendo respondida. Otro, evitando una noche de sábado. Otro, diciendo una mentira o advirtiendo que te la dicen. Otro, sufriendo por un gesto desconsiderado o siendo desconsiderada con alguien. Comienzas a observar a los que te rodean y te das cuenta de que ya no son las mismas personas que eran. Unos son egoístas, otros, adictos al trabajo, otros, dependientes de los fármacos o de las drogas, otros dependientes de otras personas, todos, en suma, insatisfechos y sin tener ni la más remota idea de cómo resolver sus vidas. Todos agarrados de manera patética a unos momentos mágicos que nunca más sucederán porque la magia ha terminado.

En las películas, en los libros, en las canciones, hay gente que en estos momentos se va, desaparece antes de que todo se derrumbe y otra que se queda a lamentarse ante la ruina de lo que era. No sé qué es lo más noble. No sé si lo que viene tras la luna de miel merece la pena o es mejor largarse y esperar a que te vuelva a tocar la lotería. No sé si la necesidad emocional justifica mantener relaciones que la mayoría del tiempo parecen estar muertas. No sé distinguir entre el sentimiento, el afecto, el amor, y la rutina. No sé porqué sospecho que todo se ha vuelto precisamente eso, costumbre. No sé porqué busco constamente el subidón. Qué cantidad de tiempo perdido, de máscaras estúpidas, de sentimientos tirados a la basura. Todo se sobreentiende, nada se dice. A quiere a B que quiere a C que quiere a A. D quiere a todos pero todos están demasiado preocupados porque no les quieren o porque no se les note que les hiere que no les quieran. Unos juzgan a otros pero no dejan que se les juzgue callando sus errores, sus pensamientos, sus verdades. Vamos a tomarnos otra. Somos felices. No nos hace falta nadie más, el mundo está a nuestros pies.  Todo es mentira.

De repente, mi cabeza vive una jornada de puertas abiertas exacerbada. No soporto los papeles, las poses, los personajes. Me repugna la falsedad, la frivolidad, los sucedáneos. Pero a nadie parece importarle vivir en una especie de sitcom de mentira. ¿O acaso se trata de eso? Ya no sé si son los otros raros o lo soy yo.  ¿Seré anormal por no conformarme? ¿Andaré siempre a la busca de esos primeros momentos de emoción, exprimiéndolos hasta la última gota e incapaz de soportar que todo vuelva a la normalidad? ¿Será verdad que después de vivir el gran big bang del corazón ya sólo te queda refugiarte en la ciencia ficción de 2046, un espacio ocupado por autómatas sin sensibilidad donde recordar los buenos momentos, o resignarte a disfrutar de tristes sucedáneos?

-El sábado es el cumpleaños de A. ¿Qué hacemos?

-No sé, pero que sea algo distinto, ¿no? ¿Nos vamos fuera de Madrid? ¿A Valencia? ¿Pillamos una habitación de hotel y montamos una fiesta? ¿O lo celebramos en un coche cama del talgo a Valencia?

Qué triste. Hace nada nos bastaba con juntarnos en un bar de viejos a decir chorradas para sentirnos especiales, únicos en nuestra burbuja de felicidad. Ahora apenas ya nos reunimos de tres en tres, y con dificultad. Antes sólo un cruce de miradas cómplice me bastaba para flotar en  una nube toda la semana. Ahora la rehuyo como si tuviera algo que esconder. Como con miedo de que se dé cuenta de que para mí todo ha terminado ya.

P.D. Prometo que la próxima peli que vaya a ver será Alien vs. Predator. Me han dicho que está fenomenal.

escrito por isobel | Link_go Enlaza |

Muestra/oculta comentariosComments

jorge
comentó el jueves, 09 de diciembre de 2004 a las 15:49 lo siguiente:
Lo malo de pensar, en el sentido estricto de la palabra, es que te das cuenta de como son las cosas. No solo sabes que las relaciones que tienes con la gente son supérfluas, sino que además sabes que no llevan a ningún sitio más que a la obtención de placer gratuito y artificial y que algún día te arrepentirías de "perder" ese tiempo tan valioso. Es más, si dedicas más tiempo a pensar en ello, llegas a la conclusión de que otra forma de vida también sería perder el tiempo y hay muy pocas posibilidades de encontrar una forma de vida que te satisfaga por completo. Y luego nos extrañamos cuando los japos quedan por internet y hacen lo que hacen. En fin, hay que pensar en positivo.

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